domingo, 8 de septiembre de 2013

MITOS Y REALIDADES SOBRE LOS DESASTRES

Mitos y realidades de los desastres naturales

El efecto de los desastres sobre la salud pública se asocia a muchos conceptos erróneos. Las personas que planifican y dirigen las operaciones de socorro en caso de desastre deben familiarizarse con los siguientes mitos y realidades: Mito: Se necesitan médicos voluntarios extranjeros con cualquier clase de antecedentes médicos. Realidad: La población local cubre casi siempre las necesidades inmediatas de salvamento. Suele necesitarse personal médico con habilidades de las que se carece en el país afectado. Mito: Se necesita cualquier tipo de asistencia internacional y de manera inmediata. Realidad: Una respuesta precipitada que no se base en la evaluación imparcial solo contribuirá al caos. Es mejor esperar hasta que se hayan evaluado las necesidades reales. De hecho, casi todas las necesidades son cubiertas por las propias víctimas y sus gobiernos e instituciones locales, no por las intervenciones externas. Mito: Después de cualquier desastre, las epidemias y las plagas son inevitables. Realidad: Las epidemias no se producen espontáneamente después de un desastre y los cuerpos de los difuntos no causan brotes catastróficos de enfermedades exóticas. La clave para prevenir las enfermedades consiste en mejorar las condiciones sanitarias y educar a la población. Mito: Los desastres revelan los peores rasgos del comportamiento humano (por ejemplo, saqueos y amotinamientos). Realidad: Aunque pueden producirse casos aislados de comportamiento antisocial, la mayor parte de las personas responden de manera espontánea y generosa. Mito: La población afectada está demasiado aturdida y desvalida para asumir la responsabilidad de su propia supervivencia. Realidad: Por el contrario, muchas personas encuentran nuevas fuerzas durante una situación de emergencia. Así lo demostraron los miles de voluntarios que se unieron espontáneamente a las excavaciones de los escombros para buscar a las víctimas tras el terremoto de la Ciudad de México en 1985. Mito: Los desastres son asesinos indiscriminados. Realidad: Los desastres golpean con mayor fuerza a los grupos más vulnerables, es decir, a los pobres, las mujeres, los niños y los ancianos. Mito: La mejor alternativa es ubicar a las víctimas del desastre en campamentos provisorios. Realidad: Esta debe ser la última alternativa. Muchas organizaciones utilizan los fondos normalmente destinados a la adquisición de tiendas de campaña para comprar, en el propio país afectado, materiales de construcción, herramientas y otros bienes relacionados con la edificación. Mito: La vida cotidiana vuelve a la normalidad en pocas semanas. Realidad: Los efectos de un desastre pueden durar un largo tiempo. Los países afectados consumen gran parte de sus recursos económicos y materiales en la fase inmediatamente posterior al impacto. Los buenos programas externos de socorro planifican sus operaciones teniendo en cuenta el hecho de que el interés internacional se va desvaneciendo a medida que las necesidades y la escasez se vuelven más acuciantes.

El efecto de los desastres sobre la salud pública se asocia a muchos conceptos erróneos. Las personas que planifican y dirigen las operaciones de socorro en caso de desastre deben familiarizarse con los siguientes mitos y realidades:
Mito:Se necesitan médicos voluntarios extranjeros con cualquier clase de antecedentes médicos.
Realidad:La población local cubre casi siempre las necesidades inmediatas de salvamento. Suele necesitarse personal médico con habilidades de las que se carece en el país afectado.
Mito:Se necesita cualquier tipo de asistencia internacional y de manera inmediata.
Realidad:Una respuesta precipitada que no se base en la evaluación imparcial solo contribuirá al caos. Es mejor esperar hasta que se hayan evaluado las necesidades reales. De hecho, casi todas las necesidades son cubiertas por las propias víctimas y sus gobiernos e instituciones locales, no por las intervenciones externas.
Mito:Después de cualquier desastre, las epidemias y las plagas son inevitables.
Realidad:Las epidemias no se producen espontáneamente después de un desastre y los cuerpos de los difuntos no causan brotes catastróficos de enfermedades exóticas. La clave para prevenir las enfermedades consiste en mejorar las condiciones sanitarias y educar a la población.
Mito:Los desastres revelan los peores rasgos del comportamiento humano (por ejemplo, saqueos y amotinamientos).
Realidad:Aunque pueden producirse casos aislados de comportamiento antisocial, la mayor parte de las personas responden de manera espontánea y generosa.
Mito:La población afectada está demasiado aturdida y desvalida para asumir la responsabilidad de su propia supervivencia.
Realidad:Por el contrario, muchas personas encuentran nuevas fuerzas durante una situación de emergencia. Así lo demostraron los miles de voluntarios que se unieron espontáneamente a las excavaciones de los escombros para buscar a las víctimas tras el terremoto de la Ciudad de México en 1985.
Mito:Los desastres son asesinos indiscriminados.
Realidad:Los desastres golpean con mayor fuerza a los grupos más vulnerables, es decir, a los pobres, las mujeres, los niños y los ancianos.
Mito:La mejor alternativa es ubicar a las víctimas del desastre en campamentos provisorios.
Realidad:Esta debe ser la última alternativa. Muchas organizaciones utilizan los fondos normalmente destinados a la adquisición de tiendas de campaña para comprar, en el propio país afectado, materiales de construcción, herramientas y otros bienes relacionados con la edificación.
Mito:La vida cotidiana vuelve a la normalidad en pocas semanas.
Realidad:
Los efectos de un desastre pueden durar un largo tiempo. Los países afectados consumen gran parte de sus recursos económicos y materiales en la fase inmediatamente posterior al impacto. Los buenos programas externos de socorro planifican sus operaciones teniendo en cuenta el hecho de que el interés internacional se va desvaneciendo a medida que las necesidades y la escasez se vuelven más acuciantes.


ESCUELAS NO SON ALBERGUES

Cuando la comunidad es afectada por un desastre y las viviendas se han dañado, lo más común es que se utilicen espacios y edificios públicos para albergar a los pobladores hasta que puedan retornar a sus Viviendas en condiciones de mayor seguridad. Esos locales públicos pueden ser polideportivos, centros Culturales, casas comunales, iglesias y las escuelas.
Algunas de las consecuencias de usar escuelas como refugios temporales son la interrupción del proceso enseñanza-aprendizaje, el deterioro de aulas y laboratorios, el uso inadecuado del mobiliario y equipo, el daño de los servicios sanitarios y la pérdida de útiles, materiales didácticos y utensilios. Lo que se ve agravado por el hecho de que después que termina la emergencia es difícil recuperar las estructuras y reanudar las actividades escolares.
Cuando se trata de retomar las actividades escolares, las escuelas no están disponibles. Eso trae como consecuencia la interrupción del proceso de enseñanza-aprendizaje, aumento de índices de repetición, el abandono de la escuela y el incremento del trabajo infantil, entre otros.
Aunque tradicionalmente asegurar la continuidad de la educación en situaciones de emergencia. Queda en un segundo plano respecto de las necesidades básicas como el refugio, la nutrición y la atención de la salud, cada vez más se le considera un componente necesario de la asistencia temprana de en emergencias El tema de la educación en emergencias muchas veces queda soslayado hasta que la comunidad vuelve a su vivienda o se le ubica en otro lugar.
La educación durante las emergencias debe considerarse una necesidad social y política, por lo que no debería disociarse de la ayuda humanitaria ni de la asistencia para el desarrollo, ya que estos aspectos son interdependientes, la educación también debe ser una prioridad durante el conflicto, la emergencia, el desplazamiento y la reconstrucción temprana. Por lo tanto, hace falta más investigación sobre el tema y voluntad política para apoyar la promoción de la educación como una prioridad humanitaria y del desarrollo
Dos aspectos han surgidos con mayor énfasis en la educación en emergencia:
El reconocimiento de que las personas no pierden su derecho a la educación durante las emergencias y que la educación no puede permanecer “fuera” de la corriente principal del debate humanitario y debe ser vista como una respuesta humanitaria prioritaria.
El deseo y el compromiso de velar por un nivel mínimo de calidad, acceso y responsabilidad por la educación en situaciones de crisis.








FUENTE:

3 comentarios:

  1. SOBRE EL MITO DE LAS EPIDEMIAS , COINCIDO EN QUE SE TIENE QUE EDUCAR A LA POBLACIÓN, YA QUE EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS LUEGO DE HABER OCURRIDO UN DESASTRE, LAS PERSONAS TIENE ESE MEDIO DE CONTRAER ALGUNA ENFERMEDAD; LO CIERTO ES QUE LOS DESASTRES NO TRAEN CONSIGO NINGUNA EPIDEMIA , A MENOS QUE LA POBLACIÓN SEA EVACUADA EN LUGARES INSALUBRES DONDE SI CORREN ALTO RIESGO DE SER CONTAGIADOS.

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  2. ES CIERTO QUE LA POBLACION DESPUES DE UN DESASTRE, NO VUELVE A SU NORMALIDAD EN POCAS SEMANAS , YA QUE LOS DAÑOS OCACIONADOS MATERIALES Y LOS SERVICIOS BASICOS NO SE REINCORPORAN TAN FACILMENTE Y ES POR ELLO QUE SE DEBE ACTUAR DE INMEDIATO PARA BUSCAR Y LOGRAR QUE LAS PERSONAS VUELVAN A SU NORMALIDAD POCO A POCO CON LA AYUDA DADA.

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