Salud Mental en niños y adolescentes en situación de
desastre natural
Declaración
de la Unidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia de la Clínica
Psiquiátrica de la Universidad de Chile
Los niños y adolescentes
constituyen un grupo especialmente vulnerable adquirir alteraciones lo que
pudieran conducir a un mayor impacto en sus desarrollos personales. Las
situaciones experimentadas pudieran producir traumas complejos con
consecuencias psicológicas que pueden relacionarse con el grado de exposición a
la cual se han sometido. Los niños y adolescentes son sujetos de derecho siendo
imperante que las necesidades especiales sean atendidas por parte de los
adultos responsables y se realicen intervenciones activas de contención
respecto de lo sucedido. La contención es un derecho y una medida potente de
reconducción y de orden que va a permitir la elaboración de las experiencias
vividas desde los niveles más concretos hasta otros más profundos como las
emociones asociadas al sufrimiento y el temor.
Los niños y adolescentes son personas que se
encuentran en crecimiento y desarrollo, construyendo activamente su identidad y
personalidad, por lo que las experiencias asociadas al desastre pueden operar
como fuerzas estresantes y de riesgo, pero también como una oportunidad para
poder avanzar en la integración de elementos altamente positivos de cuidado,
amor y solidaridad. Además, la mayor capacidad plástica de sus cerebros en
desarrollo, pueden facilitar que las experiencias vividas sean incluidas como
un elemento más de la vida que se lleva en este país, es decir, el terremoto y
tsunami pueden facilitar el logro de una capacidad de auto contención. Para poder comprender y por lo tanto,
intervenir en las formas en que se afecta la salud mental de niños y
adolescentes, se pueden establecer diferentes niveles de impacto según el tipo
de exposición a las experiencias traumáticas y eventos consecuentes.
El primer nivel de exposición a experiencia
traumática corresponde a todos los afectados directamente por el terremoto, es
decir, la población que se extiende desde la Quinta Región a la Novena Región,
incluida la Región Metropolitana.
El segundo nivel de exposición a experiencia
traumática se produce como consecuencia de las necesidades de evacuación y
reubicación de las personas afectadas.
El tercer nivel de
exposición a experiencia traumática incluye a las personas que fueron afectadas
directamente por el Tsunami, es decir, la población que se encontraba en la
costa de la Quinta, Sexta, Séptima, Octava y Novena Regiones.
En un cuarto nivel de exposición a experiencia
traumática se incluyen los afectados que fueron testigos posteriores de las
consecuencias de las evacuaciones cuyas manifestaciones se producen como
incertidumbre y preocupaciones por la situación en que se encuentra los amigos,
familiares y los hogares. Esta exposición puede verse incrementada por las
formas en que son difundidos los hechos a través de los medios de comunicación.
La intranquilidad civil
puede constituir una experiencia traumática que emerge de manera asociada a la
situación de crisis. La manifestación de conductas de pánico en la búsqueda de
provisiones y agua, la presencia de saqueos y la violencia en las calles
afectan a las personas incrementándose las reacciones de ansiedad y
desconfianza de la población ante los informes y reportajes que los medios de
comunicación entregan lo que a su vez se ve incrementado por los rumores de
desorden social lo que puede ser observada en especial en los lugares de
refugio.
Finalmente, un sexto nivel
de exposición a experiencia traumática corresponde a la falta de coordinación y
la variabilidad en la efectividad de las respuestas de los gobiernos regionales
y centrales que dejan a las personas afectadas en ambientes inseguros por días,
sumándose a ello el sentimiento de abandono y de exposición continua a peligro.
Medios
de comunicación e impacto en los niños y adolescentes
La falta de regulación en la
difusión de la información e imágenes asociadas al desastre pueden transgredir
el derecho de contención de los niños y adolescentes. La importancia de poder
moderar y modular las noticias, donde no sólo se narren los hechos sino que se
entregue un significado mediado, es decir, con el respaldo de los conocimientos
de los profesionales de la psicoeducativos respecto de las expresiones de las
personas, contribuye a la construcción de un sentimiento de mayor certeza y
predictibilidad para los niños.
Es fundamental que en las situaciones de
experiencia traumática los medios favorezcan la contención a través de señales
de aliento, de psicoeducación y apoyo a los diferentes aspectos educativos que
previenen la aparición de los problemas y trastornos en salud mental,
sugiriéndose la participación de personas expertas en salud mental como parte
de los equipos de comunicaciones presentes.
Población
de riesgo
Según el grado o nivel de
exposición a las experiencias traumáticas, se pueden identificar grupos de
niños y adolescentes que presentan mayor riesgo de presentar problemas de salud
mental y trastornos mentales.
Los niños y adolescentes que han tenido que
ser trasladados de sus hogares y separados de sus familias constituyen un grupo
de riesgo además de la emergencia de problemas como la falta de documentación
que puede afectar la reintegración a las actividades escolares y atención en
salud. Otro grupo lo constituyen los
niños y adolescentes que han sido rescatados de condiciones amenazantes para su
integridad y la de sus familias, que han debido ser reubicados en refugios u
otros lugares desconocidos para ellos. Los
niños y adolescentes que han sufrido la pérdida de sus seres queridos por
fallecimiento traumático constituyen un grupo de especial cuidado.
Problemas
de salud mental emergentes en niños y adolescentes
Las manifestaciones de los
síntomas y cambios en el comportamiento, así como la manera en que cada niño o
adolescente vivencia, comprende y le da significado a las situaciones
experimentadas, variarán según las etapas del desarrollo en que se encuentren.
Es así como los niños pequeños, en período preescolar, pudieran presentar
cambios en la regularidad de los ciclos de sueño, vigilia y alimentación,
comportamientos de búsqueda de proximidad con las figuras de apego y ansiedad
de separación, comportamientos regresivos ( enuresis, cambios en el lenguaje,
etc), temores y fobias, irritabilidad y en algunos casos, alteraciones más
específicas relacionadas con la experiencia traumática de reexperimentación con
pesadillas, comportamiento de evitación, baja de la atención o hiperactivación
ansiosa. Estos síntomas hacen sospechar la presencia de un trastorno por estrés
postraumático por lo que se requiere de atención especializada.
En el período escolar, se pueden presentar
síntomas similares a los descritos, apareciendo conductas de rechazo escolar,
alteraciones en el sueño, desatención y temores específicos concretos asociados
al desastre natural.
En el período de la
adolescencia, se pueden observar síntomas de ansiedad con somatización de la
angustia, crisis de angustia y eventualmente de pánico, depresión y consumo de
alcohol o drogas con posibles cambios en la conducta, pudiendo aparecer
comportamientos de transgresión de las reglas y de desafío de la autoridad.
Acciones
para intervenir en el enfrentamiento de la experiencia
Para poder organizar las
acciones de manera coordinada y eficaz, es necesario establecer diferentes
niveles de intervención. Estos niveles son de orden personal, familiar y social
ampliado, destacando la reagrupación de la comunidad local como un factor
primordial de protección.
En la reconstrucción se debe promover la
articulación de las redes sociales y comunitarias, con liderazgos claros que en
conjunto operan como factores de protección que incrementan la solidez de las
uniones de las personas y disminuyen la ansiedad. Los líderes deben poder
conducir a la comunidad como si esta fuese una familia, es decir, tiene que
estar presentes, deben manejar la información que se tiene, deben promover que
las funciones básicas de cuidado, protección y comunicación se desarrollen.
Además, se requieren roles claros que permiten
la diferenciación lo que ayuda a que los menores perciban que la rutina o la
regularidad se ha recuperado.
Es necesario que las
organizaciones de personas operen con el suficiente grado de flexibilidad
favoreciendo los aspectos constructivos. Es fundamental que las personas
reasuman los puestos de trabajo lo antes posible y se coordinen con las
organizaciones civiles durante el período de crisis.
Intervenciones
con los niños y adolescentes
Como medidas inmediatas de
intervención para los niños y adolescentes, es importante que tanto las
familias como las instituciones de educación entreguen el tiempo suficiente y
de manera escalonada para tratar lo acontecido. La contención de la familia y de
la comunidad debe ser efectuada por los equipos psicoeducativos que poseen
información periódica y clara respecto de las acciones frente a los eventos
como réplicas, asegurar la distribución de los alimentos y agua, etc. Se debe
fomentar la continuación de las actividades normales para el desarrollo, que
los niños jueguen y se diviertan, que comiencen los nuevos aprendizajes que
pueden ser difundidos también a través de los medios de comunicación.
Es fundamental que la rutina diaria se
mantenga con horarios regulares y predecibles.
Los colegios deben
prepararse para funcionar lo antes posible y generar espacio o jornadas
iniciales donde se traten las situaciones de catástrofe, donde se medie la
expresión de emociones y se fomente la solidaridad y el aprendizaje sobre la
experiencia vivida. Se debe destinar todo el tiempo que sea necesario.
Lo
que se aprende
Los hechos que tienen este
carácter impredecible, caótico y traumático, pueden ser sentidos inicialmente
como ajenos a la vida habitual y a sí mismos. Para que se conviertan en algo
constructivo deben ser ubicadas lentamente en nuestra historia de vida. Esto se
denomina elaboración. Es necesario que las experiencias traumáticas vividas se
elaboren para poder continuar el desarrollo. Es necesario fomentar la
integración de la realidad, comprender y contener las reacciones emocionales
bajo el estrés, promover una conducta activa para retomar el curso regular de
las funciones personales en la medida de lo posible y potenciar las acciones en
redes sociales y afectivas.
Las consecuencias a mayor plazo pueden
representar mayores posibilidades para aprender a tener mayor tolerancia a la
frustración y aprender a desarrollar tolerancia ante la adversidad.
Por otra parte, es posible que las
consecuencias de las experiencias vividas se traduzcan en la aparición de
problemas o alteraciones más intensas y persistentes en el comportamiento y
afectividad de niños y adolescentes. Debido a lo anterior, es fundamental que
se realice una detección temprana de los posibles trastornos de modo de poder
efectuar las intervenciones pertinentes.
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